martes, 31 de marzo de 2009

Atestiguando sobre tu océano de espalda

Atisbos de una delgadez entre las sombras
Como saberte parte de las infancias
No puedo cerrar la parida sociedad de mis predecesores
Miradas de un apiñado eucalipto
En la fricción de los fluidos y mis sorderas en la tierra de nadie

Lugar es lo que queda, reflejos son los autoconsensuados
Juzgados como sumergidas parcialidades de mi cuerpo tras la materia inasible

Roedores en la segunda tierra de nadie, dos a la semana,
Un tris de guerra, una fotográfica forma de estancamiento
Viéndonos obligados a mantener como reducto de tus pies
La tubería mágica y real,
La delicadeza que se ajusta a todas las hojas
Mientras sean nuestras compañías después de las siete con treinta

(Ludo fóbicos que se encierran ante la camada de poemas puestos entre las cortezas, las aguas desbocadas, los asfaltos dignos de la melancolía húmeda de otras ranuras de llaves lloviznan-tez)

Antecedente: un casi con mis dudas, mis extremos contradichos
Una bicicleta descubierta en el interior de una “o”
Apunto de zarpar hacia donde los muros
Y pisapapeles
No encierren el (c)olor café de tus sentidos
Vocalizando los ecos como calor de un puerto, a veces mas subte que vivo

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