sábado, 14 de marzo de 2009

El torso desnudo de mi retorno (Cuando la revolución quiere gritar en mi ilusión)

Distancia tiene que llamarse tu reposo
Hondo en las orillas que otro hombre te ofrece,
Mi luz que son reflejos de tus ojos,
Mi luz que son ediciones limitadas de tu ser por épocas del año
Como sorrentos que fueron sustituyendo a las princesas
La única princesa de noviembre.
Mi propia luminosidad está en el ocaso de ser liberada por la fuerza de un amante y una amada, de un toro que enrosca sus cuernos al atardecer, a contraluz, sobre su propia frente.
Es su corazón que late fértil,
No el de ella,
Si un pan recién horneado que no puedo degustar, que acaba de escabullirse para siempre del cajón de añoranzas.
Quiero caminar aunque me pesen las rebeldías por buscar ráfagas de Atlántidas de ternura.
Los helados en Larcomar no se reeditaron para ser más nuestros, hay un escaso nombre que en ese entonces fue dulcemente galopante por mis salivas cursimente acomodadas
Pero los helados no fueron reeditados, ni fueron retornos tuyos y míos a una hija con regalo de flores, con rodillas y cofres, con realidad idílica, con tu forma de romper los peñascos de toda una infancia y llevarme a mirar tu cuerpo como mar y sus siluetas de silencio.

Alfil
De otro tablero
Mi única lucha restante
Es que otros saboreen
La ruptura de sus ideales
Que obtengan la revolución de vivir sus ideales
Y que mi escaso trozo de isla
(Con tu permiso, comandante)
(Con su permiso, seguidores más atentos que quien habla)
Sirva para refugio y prisión de mis ideales individualistas
Porque el ser un trineo flotante para los ideales de ustedes
No regocija sino el gusto en sí
(Y talvez, algún día, tú me invites un helado)
(Y quizá, a su tiempo, los sorrentos dejen de ser edición limitada, y tú, mi princesa de edición matutina e ilusión de un mismo poeta)

No hay comentarios: