jueves, 5 de marzo de 2009

Alfiler de la luna para la reina

Cristales que nos quieren llegar a pertenecer como ventanas sueltas a la fuga de los tambores crecientes
Sastres nuevos para la casi nación de los viejos ballets que surcaban la cuadra de mi infancia
Hay en todos los clásicos esa tela entretejida de asteriscos y dulces puntos suspensivos
No recuerdo si ayer me hallé en el mar con sus tonalidades oscuramente piadosas, pulcras de la arena invernal a la hora de las ventiscas, las gaviotas desapareciendo, los riscos enfurecidos con los tritones que apagaban sus bullicios, bufeos profundos en titubeos con las corrientes para otras épocas
Los ballets, los ballets, tanto como los patines, los refugios de un árbol tanto como un balcón con caracolas, los finales como solo saben ser ellos
Otra vez un alfiler que saltaba hacia el campo de batalla, un ajedrez de agónicos movimientos, tantas reinas como tú, y solo tú para él otra vez
Porque aunque las prendas se debiliten tras la hazaña, tus viejos harapos serán glorificados, ocultos, desenterrados y navegaran sin saber la verdad de aquel alfiler de la luna
Como dejando de lado al verdadero rebelde que extendió su reinado hasta el roce con la seda de su amada, una vestimenta digna de todos sus rumbosOcaso, se mantuvo distante, latente, mientras, después de la corona, la reina despidió a la pareja de sedas y luna desde su playa, por segunda vez infante.

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