jueves, 5 de marzo de 2009

Entredichos de una visita

Las reflexiones previas a entrar al castillo eran una suerte de alegría que se procura el mejor destino, una preocupación cierta y combatible.

Las repeticiones cordiales
Dentro de tu esquina de sueños, tu ventanal hacia el reino
Eran propios de la corte e ingenuidades que silabeaban desesperanza.
El coágulo de los flirteos
Fueron aquella tarde una espada
Una alfombra granate
Un tratarte como creí, sentí, soñé, podías querer que te traten
Mis rodillas fueron lúcidas y crecieron a la misma lágrima
Mis rodillas no fueron de respeto, fueron de añoranza que había vencido la frontera
Mi lágrima era el universo que dejo oscurecido a todo lo que no éramos nosotros cuando grito de dolor sobre las escalas coloridas de la alfombra
Una vela frente a ti, quiso dejar el camino
Mis telas sueltas silbaron desnudez y tres palabras
No soy caballero digno de la libertad, he muerto y he sido feliz,
La flecha es cruel como la luna delgada y atraviesa mi espalda
Mi sangre eres tú
Añadiendo el silencio que esbozó tu primera sonrisa
Que se dilucido en la burla que arrancaba la flecha del mendigo.
En el prólogo de la torre
Aquella misma noche
La luna abrió el camino a tu certera sonrisa
Y voló de nuevo en la misma flecha, atravesando tu pecho
Tu propio pecho cayó en el lecho de los cielos
Y estando ocultos de todos
Por fin, nos conocimos.

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