miércoles, 22 de octubre de 2008

Por lo retenido de mi vida

Rendirse es caer
Las alas
No llegaron a abril 23
Y por un equilibrio recuerdo
Las fechas
Ayer, hoy y mañana
Las discusiones siempre adecuadas
Que suplican a la penumbra
Tu rostro que juraba
El mío sobre el juramento
Construía un camino
Al que no pertenecía en la soledad
Era nuestro verano
La luna que el alma sostiene
La ventana hacia el mundo
Saber que esto…
Sentir
Prefiere llenarse de mar
Redimirse de la quietud, mi renacer
En tu boca ansiosa
De mi vida contigo

Ausente yo sobre el teléfono
Fortaleza que ulula en el horizonte
Dime por la silueta de tus manos
Lo que los abrazos cuajan
Como el tacto que siempre recuerda
Lo que el llanto
La débil corporalidad
El extravío de tu ausencia
Dejó entre un puñado de arena
De regalos
De aviones
Hasta un imposible perdido

jueves, 16 de octubre de 2008

Cachetada doble

Mi capitulo ha capitulado en esférico movimiento
Soy el entrampado, cuando en la prisión hizo efecto
Un relámpago que lo hirió en su vena
Tras la fresca brisa pospuesta a la noche
De un martes azaroso
Rozando rosas de antemano
La libertad cruzo entre ellos
Las espinas treparon sobre mi mano
Las heridas sobre mi piel
Las hendiduras del alma sobre un cuaderno

Antirreflejos durmiente
Una protuberancia de mi submundo
Y caer a un abolido raciocinio

Fuego cobrizo, escala de lo todavía piano
Reseteado un afortunado estornudo
Velos y guiones
Caramelos que son para despedirse

Batallando las
Preguntándose los
Bebiendo de ese silencio
Aquel
Pero existe en la cima de la luna una cobija
Abanicándose
La reiterada musa, curvilínea de reencuentro
Azul de lo púrpura
Naranja de lo rojo
Y en todos sus sentidos contrarios
En sus sentidos pésames
Los ratitos para la musa
Que permanece, felizmente, acorazada
En el panal, como la obrera de todos mis sueños
En el panal, como guardiana de mi locura desde un pantano
Hacia una criatura huraña y desquiciada
Entre chalinas para la caminata nocturna
Entre abrazos sin cura
En el panal, como reina
O escala de grises
O escalones de brisas
O escolares de tiempo
O, para mi, revivir, añorar, vislumbrar
Amiga eterna de lo imposible
Imposible actriz de mi cuadra
Gatitos seguidores de una pirueta
Balcones… tus y mis balcones al mundo

Refuerzo de la mirada
Revierten caducos días
Y pienso volver, en el otoño
Resistir el verano
Embellecer el invierno sin caracoles
Primaveras atónitas
Combaten las cucarachas con mis pasos de ballet
Luchan los desagües con mi llegada al circo
Atacan los navíos porfiados en el caballero de capa y espada
Jurándote extinta
Caí en la tinaja de mis ríos
Desperté para mayo cuando tu mano me rescató, rescatará
Ella y sus cabellos
Ella y sus penumbras en mis gotas

Y estos versos no son.
Después, recién llegaran a ser
Cuando los arrugue para que se escondan
En tu ombliguez.

miércoles, 8 de octubre de 2008

Él, parque y ayer

Tenía la esperanza suspendida en el aire mientras caminaba la quinta cuadra desde que había salido de su casa. Lo carcomía la intriga y sin pensarlo el cigarrillo se estaba esfumando entre sus dedos. Alrededor de su cuello iba la bufanda casi negra, síntoma de todos los inviernos desde que llegó a esa ciudad. Surgía, al girar en la esquina, el parque enrejado, con sus árboles desnudos, las escasas y muy marchitas hojas restantes de meses anteriores. Un parque maquillado entre la neblina parecía haber olvidado sus épocas de rebosante júbilo, de niños en sus correteos habituales, de jóvenes de la mano, de ancianos dejando pasar el tiempo o gozando que el tiempo ya no los persiguiese, era un parque sumido en el ocaso. Los restantes eran, pajarillos diminutos con trinos de suicidio, una persona condenada a hacer las labores de limpieza de ese parque todos los días de su vida, un loco o borracho reposando entre arbustos húmedos y tiesos, y él.

Aquella musa: cofre de las utopías (título en borrador)

Es perfecto, un atardecer que por la calle se acercaba como un sol bajo nosotros, un atardecer que gritaba la libertad sobre el corcho en un pequeño apunte de alguna cita. Así la música de conmemoraciones táctiles, de agitaciones sobre el gramado, de la rabia que se posaba en la chapita de cerveza nocturna, me llegaba desde un parlante impropio.
Pero estábamos recién saliendo de las casas respectivas, faltarían transeúntes, faltarían buses y embustes, pero la repetición nunca nos hartaría. Quebrado estaba en ropón de una vitrina, pensaba sobre lo efímero que de pronto era el mundo y no llegaba a saber que clase de vacío era el que tocaba después de uno muerto, pero me causaba horror, me causaba placer también saber que existía algo mas allá de la vida que me traía tanta intriga acumulada, tanto como el sabor y la fecha del próximo arroz con leche.
Una tarde, sin fértiles abrazos caí en el césped, humareda de vegetación, reviviendo en la mariposa naranja de bufanda una conversación con el alma de mi astro favorito. Como cinco años y un circo, como el andar al pie de la avenida, con los frenesíes del equilibrio y los charcos de agua. Al otro lado de ese recuerdo reposaba, entre la selva, un viaje de la mente, la predestinación de los rojizos, de los azulejos, de los cielo estrellado, de los cabaña de madera.
(seguira cuando me provoque)