miércoles, 8 de octubre de 2008

Él, parque y ayer

Tenía la esperanza suspendida en el aire mientras caminaba la quinta cuadra desde que había salido de su casa. Lo carcomía la intriga y sin pensarlo el cigarrillo se estaba esfumando entre sus dedos. Alrededor de su cuello iba la bufanda casi negra, síntoma de todos los inviernos desde que llegó a esa ciudad. Surgía, al girar en la esquina, el parque enrejado, con sus árboles desnudos, las escasas y muy marchitas hojas restantes de meses anteriores. Un parque maquillado entre la neblina parecía haber olvidado sus épocas de rebosante júbilo, de niños en sus correteos habituales, de jóvenes de la mano, de ancianos dejando pasar el tiempo o gozando que el tiempo ya no los persiguiese, era un parque sumido en el ocaso. Los restantes eran, pajarillos diminutos con trinos de suicidio, una persona condenada a hacer las labores de limpieza de ese parque todos los días de su vida, un loco o borracho reposando entre arbustos húmedos y tiesos, y él.

1 comentario:

Adriana Aguilar dijo...

te comento! para qe recuerdes qe eres mi cortazar y el guardian de todos los buenos poetas perdidos...
Prosas poeticas, narraciones, cuentos, novelas interminabls... tantos e incontables "de todo"s qe qe dejaron muchisimos grandes escritores... porqe para escribir poemas como tu hay qe no tenerle miedo a la soledad y la inmensidad de incanzables palabras, ritmos y versos escurridizos... en la poesia hasta los titulos faltan y sobran en el improntum condensador (prqe la poesia es condensarlo todo, no crear... solo tener los ojos abiertos y el alma hambrienta de emociones y musas... musas donde se te antojen mi lindo siu...)
Te qiero... como una o miles vacas...