domingo, 15 de noviembre de 2009

Seres de piedra y arena

Con la poesía me reencuentro cuando veo una postal cubana con el Che sonriendo, con cigarro en mano y luego entre los miles de gatos casi simbólicos de mi cuarto surge la comedia con un Chaplin ensimismado en su alegría para luego compartírmela por dosis, a veces exactas, a veces austeras, y comprendida cuando decide que el es un tipo que exagera.
Mi malecón señorita de esos ojitos con reflejo de atardecer, mi malecón no se lo robe, que arde entre los peñascos un frío de inviernos cuando te lo robas. Pero si lo dejas ahí, mi bicicleta andará campante por las tardes, sin importar que fuere el invierno mas crudo, con la compañía de una orilla a la que acuden seres de arena y sal, hombres de la voluntad que mi abuelo solía tener.
No me recuerdes la escopeta del Che. Vallejo no está en crisis frente a mí en el estante.
Cállate. Borges si concuerda con esa orilla, ese malecón, con sol, sin él, frente a mi con sus paginas abiertas y desde el escritorio, con chocolates o apoyado contra un poste, en la postal del único niño de la playa, o hasta en el mismo poste contra el que me apoyo un antiguo pescador marcó su cara sin saberlo, solo que el viejo sabio, que era…
Y finalmente que fueron ambos.
Puesto entre mis anclas como sandalias desnudas del cuero de m propia piel, el horizonte, tibio o turbio, susurra que no quiere que llegues a robarte mi malecón…
Solamente, si lo haces, dibuja a Luchito en el siguiente poste de donde se encuentra Borges, talvez tengan de que hablar. Si te robas mi malecón, no te olvides que solo puedes robarte la primera palabra, porque seguirá siendo malecón y ahora, nuestro. Pero tampoco te olvides de hacerle cariño al perrito que reposa junto a la banca, esperando a que su ser de arena acabe después de veinte minutos su labor entre las piedras de mar. Cuando un anciano, el mismo de todos mis malecones enciende su sonoro cassette con Vivaldi o Mozart, pero mejor si es el segundo para chocar contra las brisas. Termina siendo curiosa esa melodía entre el viento y la música que rozan tu pelo cuando tus labios rozan mi mejilla y te robas, de la única manera mágica, mi malecón.

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