sábado, 28 de noviembre de 2009

Mufis dorada

Por fin, en el encuentro de mi mufis de los tiempos dorados, de los palpitares dorados, un rincón de pupilas echadas al mar, se enmudecen al abrir un cajón de tu estar temerosa, como primer beso que abriga a los náufragos, siendo yo el único que ha perdido su barca. Al tantear en esa mirada llena y plena de alegría el acercamiento de la melodía curiosa y fiel a los planetas de una mera banca de mi infancia, el acercamiento estratégico y nunca calculado de un beso, tus manos van a tus labios. Tus manos se quedaron en tus labios con un susurro de mi nombre, se quedaron en ellos, no como un detente, talvez si como un qué estás haciendo, pero de seguro como ya habrá tiempo después, mil malecones más para nosotros.
No fue rencor de los primeros guías entre lucidos ojos ataviados de la página de un Cortazar, o un buen Floridor Pérez más mundano que citadino. Eran luces amarillas al interior de la casa, una reunión que desaparecía porque nadie de aquí y nadie de allá pensaba el otro, éramos solo nosotros, yo mirándote sin importar el fondo de la casa y un cerro perdido, y tu, mirando de antemano el mar, que se fue perdiendo en el barranco de tus propias sonrisas, como fluir continuo de una charla que no se parece a nada, que eras tu, mufis dorada.
Sentados en el suelo, y ante tus manos sobre los labios, mis manos cobraron la fuerza tierna de amarrar tus muñecas, como flores de tu cuadra, como pétalos sutiles. Talvez en ese momento pude decirte todo y recaer en una ofensiva triunfante, pero mis palabras de detuvieron mirándonos cerca, ahí hicieron del tiempo la magia, de la tensión una diadema de ternuras, y de ti mi musa, mi futura musa…
Te lo dije y tuviste ganas de besarme, un desarme de las encrucijadas por la desaprensión de unos pocos versos que nunca fueron míos, porque solo eras mi mufis dorada y eso podía significar todo.
La historia, como todas las que son bellas, no acaban entre el despertarse de una carta de mármol llamada sueño que está dispuesta a aplastarte. La historia, es un dormir despierto, entibiarse en los recuerdos, un sueño más mi mufis dorada, curvilínea que entre mis peñascos que son también sonido, me vuelven a sumergir, como inventario que ya decidirá dejar de invernar cuando el tiempo llegue.
Me desvanezco en el mar, como jugar con tus muñecas entre pétalos y ser como dos, un tejido sin mes aparente.

3 comentarios:

Fran dijo...

Está bueno.

;)

Paolo dijo...

Campana, me dejaste frio. Lindo es.

Yo. dijo...

Silvio! c'est moi =')